
Juan nos dice que se “asombraron”, o sea que desde su perspectiva Jesús no debería estar hablando con una mujer en público. Recordemos que en ese tiempo mujeres y hombres no tenían los mismos derechos, la mujer prácticamente era como la propiedad del varón; una mujer como la samaritana era considerada infiel a Dios porque su pueblo se unió con otros pueblos “paganos” e idólatras.

Ellos se asombran con la escena, pero continúan callados, porque saben que Jesús rompe paradigmas. Aquí hay una crisis cultural, en la mirada de los discípulos, pero no en la visión misionera de Jesús. Los discípulos cuidan demasiado las formas, el qué dirán, anteponen sus propias costumbres, y miedos a la acusación pública, a la crítica de la moral religiosa judía y se asombran ante la situación. Ellos no entienden la misión como Jesús la entendía.
Esto que puede parecer una simple anécdota es vital de tomar en cuenta en la misión, porque puede desviar del objetivo de la misma. Jesús no hace acepción de personas; estas son siempre más importantes que las normas. Jesús, sin embargo, observa con compasión a la persona tal cual, apunta a ella misma, al ser humano y sus problemas. De la misma manera observa y entiende la confusión de sus discípulos, porque sabe que los discípulos están aprendiendo; es una enseñanza más.
Según los discípulos: ¿Cómo era posible hacer la misión atendiendo a una mujer de mala reputación? Los discípulos no veían a la mujer como el objetivo de la misión, de la evangelización. Esta mujer representa a la persona herida, discriminada, acusada, menospreciada; a ellos apunta el evangelio de restauración de la Gracia de Dios. Los discípulos hasta ese momento no miraban así. Por eso Jesús les dice: "Yo os digo: alzad vuestros ojos y mirad los campos, porque ya están blancos para la siega"(v.35). De manera inteligente y amorosa, Jesús les lleva a pensar y actuar frente a esa realidad que está delante de sus ojos.
Es como decirle ¡despierten! ¡miren la ciudad! hay gente que necesita el evangelio de restauración, de amor, de salvación, de liberación. ¡Alcen vuestros ojos!. Rompiendo prejuicios, acerquémonos a quienes la sociedad no se acerca porque piensa que no tienen solución; a quienes los demás no les hablan o no los consideran importantes según su nivel social. Si tu corazón es como el de Cristo, dame la mano... Debemos unirnos en esta visión; la actitud de Jesús es nuestro mayor modelo para ser un buen discípulo, Él hace lo que dice.
Por: Rev. Paulo Llanco Zavaleta
Pastor Iglesias Metodistas de Comas 11 y José Olaya en Lima