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El evangelio de Cristo para todos y todas

A menudo pasamos la vida pensando de una manera positiva o negativa de las personas que conocemos, pero la tendencia siempre es prejuiciosa. ¿Por qué? ¿Será que por nuestra propia

experiencia negativa dejamos de confiar en la gente?. Hace tiempo en la ciudad de Lima un joven en la calle me solicito que le indique donde queda un Instituto en la avenida Alfonso Ugarte, yo iba a La Primera Iglesia a realizar un trabajo pastoral. Yo siendo amable con él me detuve y trate de explicarle aunque no conocía muy bien el lugar. El aprovechó esa atención que le di y empezó a exigirme, mediante amenazas, mi dinero y todo lo que tenía, era prácticamente un asalto en plena calle y en la mañana de un domingo.

Yo me quede sin el poco dinero que había llevado para mi pasaje y además sorprendido por el intrépido ladrón. Más adelante ya no confiaba en la gente que por cualquier motivo se me acercaba a preguntarme algo en la calle especialmente si eran varones de mal vestir y con rostro extraño. Con el tiempo aprendí a deshacer ese prejuicio.

Pensaba entonces que nuestras relaciones a veces son guiadas por experiencias previas, esto da como resultado tener prejuicios con la gente que conocemos. Puede ser un rostro que nos recuerda una mala experiencia, una palabra dicha que nos revive un mal momento, una mirada que despierta un mal tiempo; es decir hemos  marcado nuestra vida por una sola experiencia y marcamos a todos como similares a ello.

Quiero tomar este pasaje bíblico de Hechos 10: 1-48. Tomando el ejemplo de esta experiencia que nos cuenta en la Biblia.Pedro era un judío como cualquiera con una visión religiosa exclusiva. Esto lo hacía poco amigable con la gente que no era de su pueblo. Cualquier extranjero era considerado pagano, porque adoraban  a otro dios, entre otras cosas. En este relato, Pedro al encontrarse con dos jóvenes quienes vinieron a buscarlo por encargo de Cornelio, un centurión romano, que no erande su pueblo les dice: “Vosotros sabéis cuán abominable es para un judío juntarse o acercarse a un extranjero,  pero a mí me ha mostrado Dios que a nadie llame común o impuro.” (Hch 10:28).

Tuvo que llegar a esa conclusión porque Dios le explicó que su mensaje llegaría a todas las personas y no solamente a ellos. Para comprender ello tuvo que romper ese prejuicio tan grande que tenía con quienes no eran de su religión y de su pueblo. Llegó a escuchar a Dios. Él ya tenía una visión religiosa eso no le permitía ver a su prójimo y su propia misión.

El propósito de Dios se cumplió. Finalmente Pedro va a la casa de Cornelio, centurión romano ansioso de conocer de Dios, quien logró reunir a su familia y amigos en su casa para oír del evangelio que traía Pedro. Ese día los amigos íntimos y familia de Cornelio recibieron al Espíritu Santo y fueron bautizados. Es decir también pasaron a ser parte del proyecto de Dios.

Cabe preguntarse si en nuestro proceder diario formulamos ideas o pensamientos que nos distancian de las personas ya sea porque no son de nuestra fe o creencias, o son diferentes por su condición social, sexo y economía. A veces nos distanciamos de algunas personas porque no tienen las mismas costumbres sociales que nosotros. Llámese gente de la sierra, la selva y la costa. Siendo el Perú un país pluricultural el evangelio no debe ser segmentado solo para un sector social. El evangelio es para todos y todas. Este evangelio NO ES UN DISCURSO SINO UNA PRACTICA DEL AMOR A TU PRÓJIMO. Nuestras relaciones deben estar libres de prejuicios y tampoco crearlas a partir de malas experiencias nuestras que dejen de confiar en las nuevas personas que en la vida vamos conociendo. Hoy es el tiempo de tomar en serio esta experiencia de dejarnos guiar por el Espíritu de Dios quien nos anima a amarnos unos a otros, saber reconocer nuestros errores al relacionarnos, buscar espacios fraternos que rompan cualquier prejuicio, sea con quien sea.

¿Cómo miras a la gente que viene de la sierra? ¿Cómo te expresas de las personas que no tienen algún título profesional? ¿Cómo tratas a un pequeño niño cuando está en medio tuyo? ¿Cómo tratas a un(a)joven inexperto delante de tuyo? ¿Cómo miramos a las personas que no visten igual que nosotros? En fin podemos poner muchos ejemplos más. Dentro de la misión pastoral debe estar implícito que cada pastor debe estar preparado para movilizarse en el lugar donde sea enviado, donde Dios lo necesite, sea con las personas y su cultura con quienes le toque trabajar. Y como debe comprenderse en este sentido no se trata solo de ver, en el ministerio pastoral, una preparación académica sino de una formación y experiencia de fe con Dios profunda. Puede tener un buen nivel académico teológico, pero no tiene la habilidad de convocar a la gente, o no tiene paciencia con las personas, o tal vez no es una persona de consenso, etc. Es decir habló de una vida de vocación al servicio de Dios, el o la valiente que no tiene ningún problema de ensuciarse los zapatos, de estar entre los pobres, aquel que no busca su comodidad, entre otras cosas.

También en general como discípulos o discípulas de Cristo estamos obligados por nuestra conciencia de compromiso a seguir esta línea de pensamiento de Cristo a amar a otros como Cristo nos amó, a hacer con los otros como Cristo hizo con nosotros. A servir  a Dios con nuestra vida a quienes lo necesiten sin ningún prejuicio.

Rev. Paulo E. LLanco Zavaleta
Pastor Iglesia Metodista de Comas 11 y José Olaya-Ventanilla

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